Quedan 90 minutos y como manda la historia iremos en busca de la gloria

Domingo típico de invierno en San José de Mayo. Gris, frío y con un viento que azotaba sin piedad. Eran las 10 de la mañana y en la esquina de 18 de Julio y Figueroa empezaban a llegar los primeros hinchas. Las banderas comenzaban a colgarse y en el aire ya se respiraba ese nerviosismo único de las grandes jornadas: se venía otra final del Interior.

Los jugadores llegaban al club para compartir el almuerzo “moñitas multicolores”, entre charlas distendidas y miradas cargadas de ilusión. En la barra, el “Pegotín” que entonaba casi susurrando el himno de la institución. Los dirigentes, de un lado al otro, chequeaban que no faltara nada. Y ahí también estaban ellos: los hinchas de las cábalas. Algunos con las mismas medias de siempre, otros con la misma camiseta. Uno incluso mascaba hojas de laurel: “Son para la buena suerte”, confesó entre risas.

Al mediodía, Paolo Parolín reunió al plantel para la charla previa. El clima se volvía más tenso, el viento más fuerte, el frío más duro. Y mientras tanto, la gente comenzaba a llegar al Casto Martínez Laguarda. Viejas glorias de la institución se acercaban con alegría; hinchas que hacía años vivían fuera del departamento volvían con sus hijos pequeños. “Tenemos nuevas generaciones cebritas”, decían al pasar.

Los trapos empezaban a colgarse en el tejido, Los gurises de la categoría Gorriones salían a la cancha a recibir su merecido reconocimiento por haber llegado a la final en su categoría, bajo la atenta mirada de algún hincha más veterano: “En unos años van a estar ahí, defendiendo la mayor”.

Sonó el himno en los altoparlantes. El equipo salía a la cancha. Humo blanco y negro, serpentinas, papelitos al aire. Sí, señores.. comenzaba una nueva final del Interior.

En los primeros 45 minutos, la historia fue cuesta arriba. El viento en contra y dos goles abajo hacían pensar que la serie se nos escapaba. Pero entonces, como tantas veces, apareció el cebrita.

En el segundo tiempo, el equipo salió a jugar como lo marcan nuestra rica historia, con el corazón en la mano. Con el viento a favor y el empuje de la gente, todo era posible. Centro de Hamilton Pereira y un cabezazo furioso de Diego López nos puso nuevamente en carrera. Y enseguida, como un vendaval, llegó el segundo. El criado en la casa, el que de gurí soñaba con jugar una final del Interior con la camiseta cebrita, Christian Alba, apareció por el segundo palo y la mandó a guardar.

Empate 2 a 2. Serie igualada. Y ahora, un batallón de cebritas partirá hacia la lejana ciudad de Salto en busca de la gloria.

Quedan 90 minutos. Los nuestros demostraron que están a la altura. Si quieren llevarse esta copa, tendrán que luchar. Porque esto es Río Negro.

Cuando paso loco de contento que alegría siento en el corazón..

Foto: Germán Perez

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